Hace pocos días que la reina del Reino Unido, Isabel II y su marido CLUM, Felipe de Edimburgo, hiceron una visita al Papa Francisco. La visita tenía una duración prevista de media hora y, contraviniendo la proverbial puntualidad británica, los reyes llegaron 23 minutos tarde bajo la excusa “Disculpe por la tardanza. Estábamos teniendo un almuerzo muy agradable con el presidente Napolitano” . El Papa los despachó un ratillo y zanjó la visita antes de tiempo, resultando un total de reunión de 17 minutos. En cualquier caso, a la hora del clásico intercambio de regalos, el pontífice obsequió a la reina con un facsímil del documento con el que el papa Inocencia XI introdujo en 1679 el culto de San Eduardo, rey de Inglaterra entre el año 1043 y 1066 y fundador de la abadía de Westminster; al duque de Edimburgo, un tríptico con las monedas de su pontificado; y además un regalo para su bisnieto Jorge, el hijo de Guillermo y Catalina, los duques de Cambridge. La reina contrarrestó